COOPERSTOWN, Nueva York (AP),’A punto de terminar su discurso y ante miles de compatriotas que llegaron para vitorearlo, Pedro Martínez rompió el protocolo en su ceremonia de exaltación al Salón de la Fama del béisbol.
Acostumbrado a hacerlo todo a su manera, el ex pitcher llamó al podio a Juan Marichal, el primer y único otro dominicano en ingresar a Cooperstown, y quien estaba sentado entre los otros miembros de la exclusiva fraternidad.
Martínez sacó una bandera de la República Dominicana y ambos la desplegaron en la tarima, mientras una multitud bailaba y festejaba al ritmo de güiras y tambores.
Martínez no entró solo el domingo al Salón de la Fama. Ingresó con todo un país donde el béisbol es la religión oficial.
«Cuando me desperté esta mañana pensé que la República Dominicana ha esperado tanto, 32 años, para ver su próximo (miembro del) Salón de la fama, y se me ocurrió que qué mejor… que darle a la República Dominicana la oportunidad de ver sus dos luminarias, la de aquella era y la de est
a nueva era, juntas», señaló Martínez.
El ex lanzador, que salió del humilde pueblo de Manoguayabo en las afueras de Santo Domingo para ganar millones de dólares, tres premios Cy Young y una Serie Mundial con los Medias Rojas de Boston, dijo que espera que su historia sea un ejemplo de superación para todos sus compatriotas.
«Quiero que ustedes de aquí en adelante no vean al Pedro Martínez que consiguió los números, no quiero que vean al Pedro Martínez que entró al Salón de la Fama», dijo Martínez. «Quiero que me vean como una señal de esperanza para un país tercermundista, para Latinoamérica, alguien a quien pueden admirar y que se puedan sentir cómodos diciendo, ‘estoy orgulloso de ti'».
«Este es un gran sitio para nosotros decir, ‘queremos una República Dominicana más digna, una República Dominicana más comprometida'».
Vestido con un saco azul con los escudos de República Dominicana y Estados Unidos en cada hombro, Martínez empezó su discurso en inglés con agradecimientos a compañeros, entrenadores, amigos, familiares y especialmente a su hermano Ramón, otro ex lanzador de Grandes Ligas y a quien catalogó como un «segundo padre».
Ramón, cuatro años mayor, era un cotizado prospecto de los Dodgers de Los Angeles, y fue gracias a él que ese equipo abrió las puertas de su academia a Martínez. Los hermanos fueron compañeros con los Medias Rojas en las temporadas de 1999-00, no por casualidad las dos mejores en la carrera de Pedro.
«Fue lo más importante», dijo Martínez sobre su hermano. «Ramón fue la parte clave cuando yo llegué a
ser profesional, Ramón fue el padre que yo necesita en un estadio de béisbol en los momentos difíciles. Ramón fue mi mejor amigo».
La exaltación de Martínez fue como pocas vistas anteriormente en Cooperstown. Miles de dominicanos viajaron desde la isla caribeña, Nueva York y Massachusetts para llenar de música y color el ambiente de este pequeño pueblo. Después de hablar en inglés, el ex pelotero de 43 años cambió a español para dirigirse a sus fieles seguidores, que llevaban horas bajo el sol esperando por ver al que conocen simplemente como «Pedro».
«Yo me siento hoy más que orgulloso y comprometido con todos ustedes, me siento muy agradecido con Dios por darme la oportunidad de representarlos, de representarlos con dignidad», expresó.
«Yo quiero que todo dominicano, todo latino vea que nosotros estamos preparando un espacio para los que van a venir, para la futura generación».
«Nosotros los dominicanos no hemos tenido este chance muy a menudo. Este es el chance para nosotros dar gracia a Dios por lo que tenemos, por lo que seremos, por lo que conseguiremos».
Martínez es apenas el segundo dominicano en Cooperstown después de Marichal, exaltado en 1983.
En medio de la algarabía, Martínez no dejó pasar la oportunidad para sacarse la espina de 2002, año en el que terminó segundo en la votación al Cy Young de la Liga Americana. Esa temporada, el derecho tuvo marca de 20-4 y fue líder de la Liga Americana en porcentaje de triunfos (.833), efectividad (2.26) y ponches (239) en 199.1 innings.
El premio fue otorgado a Barry Zito, pitcher de los Atléticos de Oakland que sólo lo superaba en victorias (23) e innings lanzados (229.1).
«En 2002 no me dieron el Cy Young supuestamente porque me perdí una salida», recordó, en referencia a la última apertura de esa temporada que Martínez no realizó. Dijo que prefirió cederle su turno en la rotación al novato Josh Hancock en honor a su hermano menor Jesús, quien al igual que Pedro y Ramón fue lanzador pero no llegó a las mayores.
«Jesús no está en los libros de récords porque la organización con la que jugaba no le dio esa oportunidad», dijo. «Esa fue la razón principal por la que le di esa salida a Josh Hancock».
Por Ricardo Zúñiga
Associated Press