S i hay algún lugar en la tierra en el que se respire más beisbol que en República Dominicana aún no ha sido descubierto. Santo Domingo, la capital, es una metrópoli en la que se puede apreciar fácilmente cómo la pelota influye en el modus vivendi del ciudadano.
En las calles se pueden ver más de dos estadios en un radio no mayor a 20 kilómetros; además, no hay terreno que no esté ocupado por un puñado de muchachos «caimaneando» como se diría en Venezuela.
En los alrededores del estadio Quisqueya, parque en el que se está escenificando la Serie del Caribe, uno de los estacionamientos sirvió de campo de entrenamiento para una decena de jóvenes. Una práctica formal, dirigida por un coach y todo, se llevó a cabo en el lugar desde las ocho de la mañana, hasta no menos de dos horas después.
En ese tiempo los peloteros soltaron el brazo, batearon en una malla improvisada, corrieron y ensayaron algunos de los fundamentos del juego. En el Último Samurái, la película de Tom Cruise, su personaje Nathan Algren hace mención a cómo los japoneses perfeccionan su arte con la continua práctica, esa imagen de los dominicanos practicando es el vivo retrato de la narración que se hace en la filmación.
«Los dominicanos sentimos el beisbol. Lo vivimos como si fuese un dogma, parte de una religión, no sé cómo explicarlo, pero es así», comentó Miguel Batista, lanzador grandeliga que este año jugará con los Mets de Nueva York, en su visita al parque de pelota. «Quizás no sepamos realmente quién lo inventó (el beisbol) o cómo llegó a la isla, pero quién lo trajo no debió imaginar jamás el bien que le hacía a esta nación».
Tan arraigado está este juego en la cultura que hasta las cuñas en tiendas de celulares hacen una referencia a él. «Habla sin parar con tu nuevo plan duro y curvero», de la operadora Orange es uno de tantos slogans de productos que se pueden ver en la calle. Además, la zona en la que está situada la academia de los Mets de Nueva York, donde ayer y hoy prospectos de Venezuela y la isla estuvieron mostrando sus habilidades para jugar al beisbol. Esa localidad, es Bocachica, pero en el común de las personas es Baseball City.
Otra muestra de cómo el beisbol es visto por estos lares es el que los peloteros son vistos como estrellas de cine. Miguel Tejada, torpedero de los Águilas Cibaeñas, se tomó 335 minutos en dar autógrafos a una mini multitud que se había posado a la salida del hotel para cazar alguna firma de sus ídolos.
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Por Ismael G.Granadillo N
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