Por DiMaggio Abreu P
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SANTO DOMINGO (Licey.com).- Michael De la Cruz es uno de los receptores de los Tigres del Licey, que en la temporada de la conquista de la corona 22, tuvo su primera oportunidad en la liga invernal, lo cual resultó todo un acontecimiento para él y su familia, con la que siempre tiene muy buena comunicación.
“Fue una experiencia increíble, siempre mi familia ve los juegos, porque uno nunca sebe cuándo va a jugar, y siempre estaban ahí: vieron mi turno, lo grabaron y todo bien, gracias a Dios”, explicó el nativo de Tamboril, Santiago, acerca de su primera oportunidad al bate, que fue en Santo Domingo contra los Gigantes del Cibao.
Tu primer choque como receptor titular fue ante los Toros del Este, en La Romana, de lo cual dijo sentirse agradecido de permitírsele debutar y tener una experiencia con el equipo. Su participación en su primera campaña con los azules, la 2016-17, consistió en cinco partidos, siete apariciones, cinco turnos oficiales, un hit (Ave .200), recibió dos bases por bolas, anotó tres carreras, tres ponches.
De sus perspectivas para esta temporada 2017-18, cuando los Tigres importaron dos receptores, además del nativo Yermín Mercedes como un tercero, explicó que siempre ha tenido buena comunicación con los coaches, que siempre les dan apoyo y aconsejan que no se desanime, que su tiempo, su oportunidad, van a llegar.
En las Menores
El jugador de 24 años perteneciente a los Azulejos de Toronto, quien disputó 58 partidos en Clase A Avanzada y siete en una breve estada en Doble A, Liga del Este, habló con Sussy Jiménez para Licey TV sobre su juego, modo de vida y trato con sus compañeros en las Ligas Menores.
Manifestó que se sintió bien el pasado verano pues la organización canadiense le dio más oportunidad de jugar y desarrollarse un poquito más. Con Dunedin, de la Liga de Florica, Clase A Avanzada, logró promedio de .246, por sus 49 hits en 199 turnos, con 11 dobles, dos jonrones, 30 carreras impulsadas, 27 anotadas, 19 bases por bolas, promedio de embasarse de .308 y 47 ponches. Fue subido por a Doble A para suplir al titular por unos días y bateó de 22-11, promedio de .500, tres dobles y un jonrón, dos remolques, cinco anotadas, cuatro bases por bolas y OPB de .577.
Familia y compañeros
Como nativo del interior, que juega con un equipo de la capital, dice trata de ir una vez a la semana donde su familia o si el Licey juega en Santiago, van a verle al estadio. Resalta que siempre está en comunicación con sus padres y su hermano, que residen en Tamboril.
Sin tener ningún familiar que fuera jugador profesional, ya que su padre solo jugó pelota de campo y softbol, “salió de mi padre ponerme a jugar béisbol”. Su jugador favorito de prospecto fue José Reyes por su forma de jugar, su sonrisa en el terreno y por ser un líder, además de ser de Santiago.
De la Cruz reveló que siempre jugó el campo corto, pero luego le plantearon que debía tomar una decisión, la de convertirse en receptor “y aquí estamos, gracias a Dios”. Como jugador de la posición dos admira al puertorriqueño de los Cardenales de San Luis, Yadier Molina, por su liderazgo, por cómo lleva a los pitchers, cómo se trata con ellos y el resto del equipo, y aparte de eso, “es un líder fuera del terreno”.
De su relación con los jugadores criollos y latinos con los que compartió equipos en las Menores, como Juan Kelly y Vladimir Guerrero Jr., con quien se le ha visco conversar en el parque Quisqueya, Michael señaló: “Siempre nos llevamos muy bien, siempre estamos ‘relajando’, hablando de todo; y más nosotros los dominicanos, que como quien dice estamos solos allá y siempre tratamos de llevarnos bien”.
También mantiene comunicación con los santiagueros Willy Adames y Marco Hernández (Nativo de Moca, que vivió en Santiago), con quienes se conoció jugando de niños, y tienen una relación de mucho antes de llegar aquí (al Licey).
Sobre su rutina del día a día en las menores, relató con sus compañeros, “al menos yo, siempre trato de que hagamos las cosas en conjunto”, sean solo dominicanos o con otros latinos. Afirma que cocinan en la noche y dejan todo preparado para el día siguiente y llevar al estadio, donde calientan. Al retornar a la vivienda, sino sobró de la noche anterior, “a la misma rutina”. Dice que los criollos cocinan, “lo básico, porque no nos vamos a dejar morir” (se ríe), hacen su arroz, ‘huevoberger’, a veces cocinan carne y otros cosas. Y cuando hay venezolanos varían y hacen arepas, “que ellos mismos preparan”.