SANTO DOMINGO (Licey.com).-La Era de Trujillo estaba en pleno apogeo, Juan Marichal tenía apenas 10 años de edad y el béisbol profesional no existía aún en el país, cuando una terrible tragedia aérea sacudió el territorio dominicano.
El domingo 11 de enero de 1948, un bimotor Douglas de Cubana de Aviación, que volaba de Barahona a Santiago, la segunda ciudad del país, chocó contra las montañas de Río Verde, Yamasá, muriendo sus ocupantes, incluyendo los miembros del equipo Santiago, que participaba en el Torneo Nacional de Beisbol Amateur 1947 1948, entre las diferentes regiones del país.
La novena Santiago, que ocupaba el primer lugar de dicho torneo, estaba conformada por lo que muchos consideraban los mejores jugadores amateurs de la época, entre ellos Toñito y Aquiles Martínez, hermanos del gran paracorto Horacio Martínez, Pedro A. Báez, «Grillo A», dirigente del club, los lanzadores Juan Ramón «Bombo» Ramos , Ventura «Loro» Escalante, Francisco Del Villar, y el receptor Enrique « El Mariscal » Lantigua.
Una información de primera página del matutino La Naciona correspondiente al martes 13 de enero de 1948 revela que 30 cadáveres fue el balance de la espantosa tragedia registrada en el paraje de Río Verde, Sección Jaigüey de la Jurisdicción de Yamasá, donde un número apreciable de profesionales y atletas dominicanos-todavía no identificados-perdieron la vida.
El pueblo dominicano no cabía en su sorpresa y dolor. Todo el Cibao, la capital, Barahona y el resto del país, lloró desconsoladamente la pérdida de estos verdaderos gladiadores deportivos. La nación se sobrecogió estupefacta ante tanto sufrimiento.
La lista de las personas fallecidas fue la siguiente:
De la lista, la víctima No 30, correspondía al copiloto de la nave, José del Carmen Ramírez Duval, que según nos dijeron era sanjuanero, y tío de la cantante Rhina Ramírez.
A las 11 de la noche el alcalde Pedáneo de Jaigüey envió un mensaje urgente al jefe de puesto del EN, notificándole el lamentable suceso. De inmediato se formó una brigada de rescate que arribó en horas de la madrugada del lunes al lugar del siniestro. En horas de la mañana de ese lunes, aviones del ejército Nacional sobrevolaban sobre el sitio donde se presumía había ocurrido el fatal percance, en búsqueda de los restos del avión perdido.
Ante lo escabroso del lugar del impacto y la ausencia de caminos que imposibilitaba sacar los cadáveres a la población de Yamasá, el Juez de Paz de esta localidad ordenó sepultarlos en una fosa común.
Tan pronto se supo la magnitud del accidente y su trágico balance, las autoridades dispusieron que los ingenieros de Obras Públicas estudiaran inmediatamente un modo de habilitar un “camino de herradura”, hasta el lugar donde cayó el avión, con el propósito de que pudieran llegar sacerdotes a realizar oficios religiosos en el lugar donde estaban sepultadas las víctimas. Se dispuso también que fuera cercado el sitio donde se abrieron las fosas.
Al lugar fueron enviadas numerosas ambulancias y brigadas de médicos para que asumieran las labores propias del caso. El Dr. Mairení Cabral encabezó el equipo del hospital Padre Billini.
La escena de colisión de la aeronave con los árboles y el suelo, era dantesca y sobrecogedora. Los testigos narraron con sobrecogimiento lo que observaron. Un cadáver fue localizado a tres kilómetros del lugar del impacto. Testigos afirmaron escuchar el desprendimiento de un bulto antes de ocurrir la explosión. Un ala fue localizada cercana a este cadáver.
El avión marca Douglas H1-6 no presentaba señales de haberse incendiado. Ni siquiera los motores mostraban estar chamuscados. El avión era piloteado por el oficial Ramón María Hernando Ramírez, hermano del héroe de la guerra patria de 1965, Miguel Ángel Hernando Ramírez.
Al conocer las autoridades de San Cristóbal el trágico balance, se trasladaron a Yamasá el Gobernador provincial, el Procurador General de la Corte de Apelación y distinguido Barahonero, Lic. Juan Guilliani y otros funcionarios del área sanitaria y de seguridad pública, donde practicaron las diligencias de lugar.
El 14 de Enero de ese 1948 fue declarado mediante Decreto No 4888, Día de Duelo Nacional y se dispuso la celebración de oficios fúnebres en memoria de las víctimas en todas las iglesias del país, invitando al pueblo dominicano a asistir a estos oficios, como demostración de solidaridad nacional con las familias que sufrieron las pérdidas de sus seres queridos.
El Artículo 2 del Decreto disponía la apertura de un camino desde Yamasá al sitio del desastre y la construcción de un monumento conmemorativo en el lugar donde han sido sepultadas las víctimas, a cuya memoria se celebrarán honras fúnebres.
El Ayuntamiento de Barahona envió a LA NACIÓN un mensaje firmado por el Presidente de la Sala Capitular, Don Sócrates Lagares, mediante el cual precisaba la honda tristeza que embargaba la colectividad Barahonera y Ayuntamiento. En tal sentido, dicha Corporación interpretando el sentimiento de la comunidad, ha declarado Duelo Municipal la tarde del lunes 12 y todo el día del martes 13.
Las crónicas detallan que “los hogares de los deudos de las víctimas eran constantemente visitados por una interminable corriente de público. Todos los santiaguenses se unieron en ese día, mejor que nunca, en el dolor común; en el dolor que es rasante imperativo para todas las clases y para todos los prejuicios”.
La Dirección General de Deportes mediante Resolución de fecha 14 de enero aprobó declarar NUEVE DÍAS DE DUELO DEPORTIVO NACIONAL, “quedando por lo tanto prohibida toda actividad deportiva durante dicho período, a partir del día de hoy en todo el territorio de la República Dominicana”.
Durante todos esos días hubo en todo el país grandes manifestaciones de dolor y solidaridad con las víctimas y sus atribulados familiares. Mediante telegramas de todas partes del país, la población manifestaba su dolor. Clubes, logias, empresas, grupos deportivos, realizaban actos de recordación. Toda la crónica deportiva nacional cerró filas en torno a este suceso, destacando las prendas que adornaban los atletas y dirigentes fallecidos.
El NEW YORK TIMES en una breve reseña describió la tragedia, lo cual avivó un debate en las grandes ligas en torno a los viajes en avión. Algunos jugadores se oponían a los vuelos-los cuales consideraban inseguros-prefiriendo el transporte por tren. La crónica destacaba la pérdida de LORO ESCALANTE, “quien era algo así como una combinación de BOB FELLER y TED WILLIAMS para la fanaticada dominicana”.
Muchos jugadores de las mayores se oponían firmemente a los viajes aéreos. La primera protesta ocurrió en el campo de entrenamiento de los Yanquis de Nueva York en 1946. Sin embargo, este medio de transporte luego se impuso.
De Puerto Rico, Colombia, Estados Unidos, Cuba, Venezuela y otras naciones, se recibieron condolencias.
A pesar de que han transcurrido más de seis décadas de este lamentable suceso, se mantiene viva la memoria de estos mártires del deporte dominicano. Sus familiares y descendientes han visto como el pueblo mantiene viva en su memoria el recuerdo de estos legionarios del béisbol criollo.
De los jugadores norteños hubo un sobreviviente, el MARISCAL ENRIQUE LANTIGUA, el cual sobrevivió pues el avión lo dejó porque se atrasó compartiendo con unos amigos.
Un Mausoleo en Santiago honra de manera imperecedera los atletas, los dirigentes deportivos y los fanáticos que acudieron a esa cita con la gloria.