SANTO DOMINGO (Licey.com).- Yosmary, de unos dos años, debió sentir la ilusión de contar con alguien que en su breve y precaria vida, quizás, jamás ha disfrutado: la sensación de tener un padre que con esmero y amoroso gesto puso en su boca comida y agua, más un poco de diversión.
En el orfanato donde la acogen con otros 33 infantes, Yosmary, que tal vez no cuente con un apellido, se debió sentir la hija predilecta de un “padre” desconocido, Yunesky Maya, quien cargado de una inmensa sensibilidad y alto sentido de solidaridad humana, le brindó cariño especial, a tal punto, que a la hora de partir debió hacerlo a escondidas, para no provocar un “shock” en la bebé.
La acción del lanzador cubano retrata lo vivido por una representación de los Tigres del Licey, que con motivo del día de “Acción de Gracias” fue el jueves 26 a llevar y compartir por varias horas con los niños que acoge el orfanato “Manos Divinas”, sector Mandinga, Santo Domingo Este, en la capital dominicana. El equipo del pueblo acudió allí, por invitación de la fundación “Regalando Sonrisas”.
El manager puertorriqueño Lino Rivera, los estadounidenses, el jardinero Roman Quinn y el lanzador Mitch Atkins con su esposa Madison, Maya, la mascota “El Tiguerito” y la directora de Relaciones Públicas Elvira Trinidad, formaron la comitiva del Glorioso que le brindó y compartió un almuerzo -pavo incluido-, juguetes como muñecas, bicicletas y juegos de entretenimiento.
Rivera les explicó a los 34 niñas y niñas de entre 2 y 13 años, el significado del Día de Acción de Gracias, que es una ocasión para dar y compartir “y para eso estamos aquí”.
Conmovidos por las precarias condiciones de vida, excepto la buena formación que alcanzan a brincar las monjas a cargo del orfanato, los jugadores se comprometieron a ofrecer donativos, algunos de ellos sin anunciar qué.
Yunesky fue más allá de dar cariño de padre a Yosmary y de enseñar a montar bicicletas a niños de hasta 13 años, que jamás tuvieron una a su alcance. Se dispuso de manea firme a comprarles colchones, sábanas y almohadas, además de invitarlos a un juego en el que vaya a lanzar como abridor.
El capitán Emilio Bonifacio, que no pudo integrarse a la comitiva, ofreció comprar varios abanicos para hacer mejor habitables la estancia que los acoge.
“Yo no puedo ir, porque lloro”, dijo el lanzador Jairo Asencio, compungido, solo de ver las fotos que le mostraron del encuentro. Prometió comprarles zapatos para todos.
La visita fue un ejemplo de “Licey con la Comunidad”, uno de los programas sociales que realiza la centenaria organización del deporte dominicano, en la que no todo es béisbol.
Por Dimaggio Abreu