La Odisea

La Odisea


Por primera vez en 1921, el Licey traspuso las montañas para ser el pionero del béisbol en el Cibao. Nunca antes un equipo de béisbol de otra localidad había visitado a Santiago hasta cuando el Licey lo hizo en ese año.

En Agosto de 1921 se inició la epopeya beisbolera a través de las montañas y aquellos intrépidos jugadores, conducidos por el Capitán Carantini, se lanzaron a una odisea deportiva que abriría las puertas de Santiago para la pelota.

La comitiva partió de Ciudad Trujillo en viejos transportes, automóviles famélicos que respiraban ronco, con gran esfuerzo para desenrollar la cinta negra de la carretera y conducir sobre sus metálicos lomos a los jinetes, no del Apocalipsis, sino de la evolución y el progreso deportivo.


Pero solo fueron sesenta kilómetros de holgura y descanso, sin ser conducidos en aquellos anticuados vehículos, podía considerarse aún en aquella época una gran comodidad.

De ahí en adelante empezó la verdadera odiosea de aquellos soldados del deporte.


Extendiendo la enseña Azul a través de lomas, y saltando a lomo de mulo, los valientes pioneros, porque había que considerar una heroicidad hacer aquel recorrido, cuando las trochas de la carretera impedían el paso muchas veces, cuando en otras había que saltarlas o desviarlas subiendo las lomas abrazados al cuello de los valerosos jamelgos, durante cinco días con sus cinco noches, siguieron cabalgando hasta arribar a la ciudad de los Treinta Caballeros.

Tras un reposo bien merecido de dos días, los Tigres extendieron sus garras y despilfarraron  a todos sus oponentes, ganando cinco juegos en Santiago y tres en La Vega, antes de iniciar el regreso a la capital.

En total, esta excursión que abría el período de intercambio beisbolero con el Cibao, de donde tantos valores reales ha recibido nuestra pelota, duró unos treinta días.

Fundación del Licey

Fundación del Licey

 


La noche del 7 de Noviembre de 1907, a invitación de don Vicente Ma. Vallejo y en su residencia de la calle “El Conde No.85 (en donde estaba el establecimiento de Ronquito Capano), se reunieron un grupo de magnates beisboleros que ansiaban formar un Club para dar la batalla a los entonces existentes Ozama y Nuevo Club.

Enrique Hernández (Indio Bravo), era la estrella máxima de este último y derrotaba fácilmente a todos sus rivales.

Luís Fiallo, Pichán Vallejo, Luís Castillo, Cancún Pou, Salvador Piñeyro, Alvaro Alvarez, Tutú Martínez, Ángel Mieses, Chicha Mueses, Federico Fiallo, Arturo Perdomo, Vicente Vallejo, Luís Vallejo,George Pou, Bi Sánchez, Virgilio Abreu, Alberto Peña, Arturo Nolasco y Tulio H. Piña, dejaron en ésa memorable noche constituido el club, sin que pudiera determinarse en el primer momento el nombre que se le asignaría, porque no se pudo encontrar un nombre de cinco letras.

Días después, Pancho Fiallo, hermano de Luís Fiallo, quien residía en Moca, sugirió el de Licey que fue adoptado definitivamente.

Ni el color azul ni el sobrenombre de Tigres surgió en aquella época de 1907, ya que el primer uniforme usado por el Licey fue de khaki gris y el segundo de khaki amarillo, por lo cual durante varios años fueron apodados “los amarillitos”.

Dos o tres años más tarde fue cuando se importó el primer uniforme blanco-crema, con medias blancas y rojas. El uniforme se diferenciaba de los demás por estar rayado con unas finísimas listas azules y la visera de la gorra era del mismo color.

Entonces fue cuando se le empezó a llamar el team Azul y por las rayas el sobre nombre de Tigres, aunque a esto último contribuyó también su agresividad.

En 1907 el estadio estaba cercado únicamente con alambres de púas y el público se acomodaba de pies en ambos lados del terreno para presenciar los partidos. Únicamente las directivas del “Licey” y el “Nuevo Club” poseían palcos.

De 1907 a 1909 Licey tuvo como únicos rivales al “Ozama” y al “Nuevo Club”, éste último el más peligroso de los dos, comandado por el inolvidable Profesor Lulú Pérez, quien fue el maestro que enseñó a lanzar a Enrique Hernández, de quien se afirma que ha sido el mejor lanzador dominicano de todos los tiempos, desarrollando una curva de tal naturaleza, que era materialmente imposible para los sluggers de aquellos tiempos conectársela.


De ahí que cada vez que el Indio Bravo (le llamaban así por su color y su lacia melena) se colocaba en el montículo, se podía asegurar el triunfo de sus colores.

Los nombres de las primeras luminarias que alinearon en el club Licey de 1907, cuyos jugadores han de ser siempre de grata recordación para todos los seguidores del equipo, ya que ellos fueron los fundadores de un conjunto que puede ser calificado como realmente de “glorioso” a través de todos los tiempos.

En aquella época se alineó así la novena: Tulio H. Pina y Federico Fiallo, lanzadores; Arturo Perdomo, receptor; Horacio Abreu, inicialista; Pericles Cuello, segunda base; Miguel Ibáñez, short stop; Arturo Paz, tercera base; Liquito Sanlley, Luis Castilo, Tulio Golibart y Manuel Grullón, outfielders.

La primera Madrina del equipo fue la señorita María Vidal.


Se relatan como dos de las hazañas más grandes de esa primera época del Licey, la atrapada realizada por Liquito Sanlley en el ouffield para salvar un juego crucial, engarzando un temible jinetazo y teniendo para ello que subirse sobre la silla de un espectador.


En 1909, gran parte de los jugadores iniciales del Licey habían desaparecido, achacándose el cambio de caras a la influencia de Enrique Hernández, cuya terrible bola hacía estragos en el bando “Azul”,  obligando a estos a renovar continuamente su escuadra en un esfuerzo por derrotar al “Nuevo Club”.

En 1909-1910 Totoño Hernández pasó a jugar la tercera base , alternándose en esa posición con Pichín Mueses y Arturo Paz, quien también trabajaba como lanzador; Julito de la Rocha, la inicial; Vicente Pichardo la segunda almohadilla y Elofiro Magiolo ocupaba un puesto en los jardines.


Fue este el bateador de más largo metraje en su época, conectando el jonrón más largo de aquellos días.

De la época de 1909 a 1912 pueden considerarse como las figuras más destacadas a Pindú Miranda, tanto en los bosques como en el bate; Tulio H. Pina, desde el montículo y Arturo Paz en defensiva y ofensiva.


Luís Castillo era el manager y Tesorero del Club, mientras el  General Federico Fiallo, era el capitán y otro de los lanzadores estrellas del  conjunto.

Para la época a que se refiere, las posiciones de capitán y manager tenían muy distinto significado al actual. El capitán era quien desempeñaba las funciones que hoy en día desempeña el manager, mientras éste era simplemente un funcionario administrativo del equipo.

De 1909 hasta 1914, el Nuevo Club mantuvo su supremacía en el  béisbol a base de su lanzador estrella Enrique Hernández, llegando la exaltación pasional de aquellos días a un grado tal, que un fanático seguidor de los Tigres, agredió al Indio Bravo, apuñalándolo en el brazo de lanzar.

Era aquella una pelota salvaje, en cuyo desenvolvimiento nadie vacilaba en usar todos los medios a su alcance para favorecer al tema de sus simpatías.


Sin embargo el mismo año el Licey tomó el desquite ganando su primer campeonato, derrotando a sus rivales y adjudicándose el trofeo donado por el Encargado de Negocios de Francia a nombre de la colonia residente en el país.

Fue este el primer título de Campeones que adquirieron los Tigres desde su fundación cinco años atrás.

En 1912 se organizó la liga nacional y en el mes de Agosto de ese año se inició serie entre Ozama, Licey y Nuevo club. La Liga estaba presidida por  don Ignacio Guerra y el juego inaugural asistió el entonces Secretario de Justicia, Lic. Ángel Soler quien lanzó la primera bola.


Ya en Enero del mismo año se había jugado el primer campeonato de carácter nacional,  participando Licey, Nuevo Club y San Pedro de Macorís.


El Nuevo Club derrotó al Licey, declarándose campeón local, pero al trasladarse a San Pedro de Macorís fue derrotado  por el  equipo de aquella localidad.

En 1913 las cosas se pusieron tan duras para el Licey que no podía derrotar a sus rivales del Nuevo Club, que se pensó en buscar refuerzos en la vecina isla de Puerto Rico, hacia donde se dirigió el Capitán Fiallo con tal objetivo.


Por fin el 14 de septiembre el Licey pudo infligir la derrota a sus rivales, y con Arturo Paz en la colina central se anotó la victoria 4 carreras contra 2 del Nuevo club.

Mutis lanzó por éste último y aunque ponchó 19 bateadores azules tuvo que conformarse con la derrota.


En esta época el Capitán del Licey lo era el deportista Pancicú Herrera, habiéndose reforzado las filas  con el pitcher cubano Diamante Negro, los boricuas Llallo y Queché y el americano Lynch, además aparecían las caras nuevas de Frank y Ricardo Hatton y Teobaldo Pichardo.

Nuevo Club y Licey jugaron entonces una serie de 11 juegos. Esta serie se extendió hasta los primeros meses de 1914, finalizando el 15 de febrero con la victoria del Nuevo Club.

Un disgusto entre el Indio Bravo y su equipo, en el año que citamos anteriormente, dio la oportunidad a los Azules de adquirir los servicios de Enrique Hernández, quien conquistó de una manera hábil para su club el “Kayser Rojo”, como apodaban a don Geo Pou.


Con la aparición de El Indio en el line-up del Licey, las cosas cambiaron de aspecto y el Tigre se volvió una fiera suelta, sin que el Nuevo Club pudiera mantener más tiempo su superioridad.

En pocos meses el club se desmoronó apareciendo entonces el San Carlos, quien con Fellito Guerra en el montículo, una de las figuras más grandes que ha producido el béisbol dominicano, y uno de los astros que contribuyó más tarde al encumbramiento del Escogido, se constituyó en la pesadilla del Licey.

La aparición del San Carlos marcó una nueva etapa en el desenvolvimiento de la pelota criolla y a la postre resultó ser uno de los tres viveros de donde surgió el  Escogido.

De ese modo Licey volvió a perder por un lapso la supremacía que tenía en la localidad, y que no debería recuperar hasta tanto la adquisición de Pedro Miguel Caratini no pusiera un equilibrio en la balanza.


De 1916 a 1917 hizo su primera aparición en el país Pedro Miguel Caratini, joven e inteligente defensor del campo corto y bateador consistente borinqueño que vino a la república en las filas de un equipo  de “Ponce”.


Más tarde, Pedro Miguel Carantini volvió a la patria Quisqueyana, esta vez con carácter de permanencia, empleado del Gobierno Militar Americano.

Tanto el equipo Azul como el San Carlos, trataron de atraerse al valioso infielder y bateador boricua, pero Caratini se decidió por los Tigres considerando que este era un equipo más débil y que con su inclusión en el mismo se balanceaban las acciones y se podría jugar una mejor pelota.

Cuando Caratini debutó con los Azules se alineaban junto a él, El Mono Ozuna en la inicial; Henriquito Mejía Arredondo en la esquina caliente; Ninín Rodríguez, intermedista; Vicente Pichardo, (Menphis) también segunda base; Manuel Henríquez y Buraño, receptores; Enrique Pou, Guguó Selig y Burrulote Rodríguez en los jardines; Enrique Hernández,. Pedro A. San, Turco Prieto y el mismo Burrulote Rodríguez trabajaban en la colina central.

Fue este uno de los combinados azules que más quehacer dio al “San Carlos”. Carantini dirigía con verdadera pericia a su conjunto.


En 1920 los equipos locales no podían superar al Licey, Pirique Andréu agregado al staff de pitchers de este y “El Rojito” Gugú Selig, abridor regular del equipo alcanza todo su apogeo.

El comienzo

El comienzo

 

 

Hasta hace poco menos de 20 años se tenía como un hecho que no aceptaba discusión la tesis de que el béisbol había llegado al país en 1891 introducido por dos hermanos cubanos: Ubaldo e Ignacio Aloma.

Era un pecado oponerse a esa tesis que fue respaldada por los cronistas deportivos de gran parte del pasado siglo 20, e incluso fue publicada en todos los libros que sobre el tema se escribieron en el país.

Sin embargo, desde hace un tiempo, esa afirmación ha perdido fuerza y a pesar de que todavía hay muchos que la dan como buena y válida, cada día son menos los teóricos del béisbol dominicano que están de acuerdo con esa afirmación.

Esa tesis sustentada por exitosos cronistas deportivos como don Cuqui Córdova, Héctor J. Cruz, Natalio Redondo, Mario Alvarez Dugan (Cuchito), Max Reynoso y el propulsor Fernando A. Vicioso, entre otros, ha sido sustituida por una,  más creíble, y es la sustentada por el destacado periodista e investigador venezolano Juan Vené.

Vené asegura que el béisbol llegó al país el día 25 de septiembre de 1886 traído por la tripulación del vapor “María Herrera”.

Explica que después del béisbol extenderse por toda la unión americana, producto del flujo constante y sostenido intercambio comercial existente en la época entre los norteamericanos y la entonces colonia española,  la más grande de las Antillas, Cuba, llegó a nosotros.

El béisbol en Cuba prendió rápidamente expandiéndose por todo su territorio y antes de llegar a nuestro país, en esa isla habían equipos bien organizados.
Con dos equipos formados por los tripulantes del vapor citado, se realizó en la playa de Pietre (Pita) de San Pedro de Macorís, el día 25 de septiembre de 1886, el primer encuentro de béisbol en nuestro país.

Esos equipos respondían a los nombres de “Santiago de Cuba”  y “Angelina”.

Como es de suponer, el partido entonces, y a pesar de lo rudimentario de la época, llamó la atención de los dominicanos y de muchos extranjeros que vivían  en el país, principalmente ciudadanos cubanos y norteamericanos que ya  conocían el béisbol.

Luego de este juego, tanto los criollos como los residentes cubanos y norteamericanos,  fueron los “herederos”, de los bates, guantes y pelotas utilizados y dejados por los marineros del “María Herrera”  y se encargaron de expandir por el país la semilla del béisbol.

Entre esos propulsores se podrían citar a los hermanos cubanos Ignacio y Ubaldo Aloma, los que sin dudas conocieron y practicaron el deporte en su tierra natal.

 

Presidentes del Licey