Da trabajo imaginarlo. Por suerte todavía no lo he visto personalmente con una gorra amarilla. Pero nada. Cosas del beisbol.
Confieso que yo no me veo a mi mismo con una gorra amarilla o con una gorra roja. Es más, en mi closet no hay ni una sola pieza de ropa de alguno de esos colores.
Manny debió exigirle a los dueños de las Águilas que para aceptar el cargo debía tener derecho a utilizar una gorra del Licey.
No sé lo que pasó entre el Licey y Manny y no he querido averiguarlo ni lo voy a averiguar. Por favor, no me lo digan. Tendría que darle la razón a uno de los dos lados y no quiero hacerlo.
Pero parece que la decisión no fue fácil. Vean la foto amarilla: todo un Manny barbudo y medio “desbaratao”, preocupado, sobre todo porque sabe que difícilmente la Esquinita de MGM lo defienda en algo, yo no digo atacarlo, pero defenderlo? Sin embargo, vean la foto azul de la derecha: dinamismo, energía, proyectos, futuro y con un look impecable.
De todas formas, le deseo éxitos a Manny Acta en su nuevo rol amarillo palúdico. Éxitos de todo corazón, en todas partes excepto en dos lugares: el Estadio Quisqueya Juan Marichal y el Estadio Cibao. En esos dos lugares “Vuál Licey”. Quien lo mandó a ponerse una gorra amarilla?
Ahhhh. Y si hace una rabieta y monta un show discutiendo alguna jugada el primero que se va a parar de su asiento a echarle tremendo Buuuuuuuuuuuuuuuuuu seré yo, aparte de recolectar vasos y botellas plásticas para que otros se las tiren (no caigo en gancho).
Nada. No queda más remedio que acostumbrarse a ver a Manny con su gorra de la fiebre amarilla, la ictericia y el paludismo. Vi a Alonso Perry y a Chichí Olivo con gorras verdes y no me morí.
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