El cielo de La Habana simplemente desapareció. Las nubes tomaron la ciudad y a las cuatro de la tarde la pertinaz llovizna se transformó en feroz aguacero. Impetuoso, perpetuo, así se comportó el tercer finalista del béisbol cubano, que tal parece acompañará sin remedio a Industriales y Ciego de Ávila durante los próximos días.
La Madre Naturaleza hecha agua no quiso pelota este lunes en el parque Latinoamericano, una laguna en ciernes después de los diluvios de las últimas jornadas. De esta forma, se retrasó la continuación del duelo entre Tigres y Leones, en el que los del Centro llevan la delantera tras la victoria inicial de Vladimir García.
Claramente, el bullpen de ambas novenas se beneficia con el inesperado impás, porque los principales hombres en ese rol acumulan el cansancio de toda una temporada, añadida la presión de lanzar en complicadas circunstancias durante los play off.
En otro sentido, la dilación de la Gran Final nos obliga a cuestionarnos cómo manejarán a sus ases Roger Machado y Lázaro Vargas, quienes se habían mostrado firmes con respecto a la rotación que utilizarían en la discusión de la corona.
Odrisamer Despaigne, Ian Rendón y Frank Montieth fueron confirmados por el alto mando capitalino, mientras los avileños, además del Cañón de la trocha, tendrán a Osmar Carrero y Yander Guevara, por ese orden.
Ahora —si la lluvia no se roba el show nuevamente—, tanto Despaigne como Vladimir estarían óptimos para trabajar el viernes en el tercer partido con cinco días de descanso, detalle que alteraría el orden de los demás abridores.
A simple vista resulta favorable para los dos, pues podrán tener a sus caballos de batalla antes en la lomita, pero se quedarían sin ellos para un hipotético séptimo encuentro.
Lo cierto es que semejante decisión dependerá en toda la medida del desenlace del segundo choque, que tarde o temprano vivirá el Latino, cuando el tercer finalista lo permita. De momento, pese a la abundante agua, el llamado de una afición ávida de béisbol está latente… en las calles las cornetas no dejaron de sonar.
Por Aliet Arzola Lima