LA HABANA, Cuba (PL) Con el axioma de que su extendida permanencia en la tierra es el premio de una bella vida, el cubano Conrado Marrero cumplirá mañana 101 años convertido en el más longevo exjugador de las Grandes Ligas, incólume en su pasión por el béisbol.
Marrero, décimo sexto beisbolista que llega al centenario en los circuitos mayores de Estados Unidos, aparece registrado también como uno de los más de mil 500 compatriotas que rebasa esa cota.
La leyenda viva de las bolas y los strikes en su país se retiró de los diamantes en 1958 con un palmarés oficial de 367 victorias -95 sin tolerar anotaciones- y 178 derrotas en 20 años de trayectoria en Cuba, México, Estados Unidos y Nicaragua.
Cuando debutó en 1938 en el campeonato de la Unión Atlética Amateur de Cuba con el club Casa Stany (después Cienfuegos Sport Club), pocos apostaron por el triunfo del pequeño lanzador derecho, nacido el 25 de abril de 1911 en la finca El Laberinto, en la región norcentral de la isla.
Al abandonar las filas aficionadas, ocho años después, los escépticos creyeron que pese a sus 139 triunfos y 46 derrotas, El Guajiro de Laberinto, como comenzaron a conocerlo, no triunfaría en el exigente béisbol profesional cubano, el más fuerte del área del Caribe.
Pronto tuvieron que reconocer su equivocación, porque Marrero se convirtió en la estrella del equipo Almendares, el más popular de la isla, luego de su exitoso debut con los Indios de Juárez, en México.
Su estelar desempeño llamó la atención del scout Joe Cambria, quién primero lo llevó a los Havana Cubans, de la Liga Internacional de la Florida; y después a los Senadores de Washington, en las Grandes Ligas estadounidenses, con 39 años de edad.
Cambria tuvo que argumentar mucho para convencer al dueño del conjunto, Clark Griffith, de que aquel tirador de solo cinco pies y siete pulgadas sería capaz de vencer en la Liga Americana.
Con un magnífico control, sliders, rectas y algunas curvitas, como nos dijera el pasado año antes de arribar a la centuria, el ya veterano lanzador trocó en elogios los irónicos comentarios de la prensa especializada norteamericana.
Al dedicarle seis páginas a un trabajo sobre el cubano en 1951, la revista estadounidense Life comentó que «su única razón para estar vistiendo uniforme en las (Ligas) Mayores es una combinación de cerebro, coraje y control».
Cuando dejó al débil equipo de los Senadores en 1954, había acumulado 39 triunfos y 40 fracasos, y una estela de halagos, entre los cuales sobresale la opinión del más grande bateador de esa época, Ted Williams, de los Medias Rojas de Boston.
«Marrero es la excepción de la regla. No es frecuente para un pitcher saltar de una liga de clasificación inferior (C) como la Liga Internacional de la Florida a las (Ligas) Mayores y triunfar de sopetón», expresó.
Con 43 años, Marrero abandonó la Gran Carpa y, en vez de retirarse, se enroló en los Cubans Sugar Kings, de la Liga Internacional, triple A, y demostró lo equivocado que estaban quienes vaticinaron el fin de su carrera al ganar 10 juegos y perder solamente cuatro.
Por último estuvo dos años con el club León, de Nicaragua, con el cual triunfó en 14 ocasiones y perdió siete veces.
Un resumen de la larga trayectoria de Marrero arroja que logró 139 éxitos con 46 fracasos en las filas aficionadas y 228-132 en las profesionales.
Como hecho sobresaliente figuran los tres juegos sin hits ni carreras en la Unión Atlética Amateur de Cuba, uno con los Havana Cubans y un quinto se le escapó con el Washington cuando el jardinero Barney MacCosky le pegó un jonrón solitario en 1951.
Al concluir en 1958 su carrera de dos décadas, el pequeño lanzador de origen campesino, que se vanagloria de haber aprendido solo a tirar pelotas, se dedicó a impartir sus conocimientos.
Braudilio Vinent, uno de los máximos ganadores en series nacionales cubanas, le agradece a El Premier, como también se le llama, haberse convertido en un extraordinario pitcher.
El Consejo de Estado le concedió el título de Héroe Nacional del Trabajo y al cumplir 100 años en 2011 recibió un merecido homenaje.
Estoy orgulloso de llegar a esta edad y vivir en Cuba, dijo en la ocasión Marrero, muy emocionado al recibir una camisa de la selección nacional de su país con el número 100 en la espalda, con la cual ganó 11 juegos y perdió cinco en series mundiales.
El exlanzador, privado de la vista y en silla de ruedas por la fractura de su cadera derecha ocurrida el 26 de julio del pasado año, continúa escuchando las transmisiones del Campeonato Nacional de béisbol.
En reciente conversación con este autor, Marrero se refirió a la lucha por el liderazgo de jonrones entre el jardinero Alfredo Despaigne y el inicialista José Dariel Abreu.
Según El Guajiro de Laberinto, Abreu es más completo, pues tiene poder y tacto, demostrado por sus batazos de cuatro bases y altos promedios ofensivos.
El fornido primera base ha conectado más de 30 cuadrangulares en los últimos tres torneos y logró el liderato de los bateadores en dos ocasiones consecutivas.
Respecto al pitcheo, reiteró los criterios que expusiera el pasado año, cuando aseguró que al explotar los abridores, los relevos, «como no tienen mucho en la bola, vienen por el centro y le dan jonrones».
Otro elemento negativo, en su opinión, es el descontrol de los tiradores, en especial los de gran velocidad, a quienes recomienda practicar mucho para eliminar esa deficiencia, causante de no pocas derrotas.
Marrero es contrario a la aplicación de la denominada regla Schiller para decidir juegos de béisbol que llegan empatados al noveno inning.
Con tono mordaz preguntó si el estadounidense Harvey Schiller, quien como presidente la Federación Internacional de Béisbol impuso esa fórmula para reducir el tiempo de los partidos, practicó alguna vez ese deporte.
Por Manuel Guerrero
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